María Santísima del Valle abandonó ayer la ermita de San Telmo en una singular peregrinación que culminará esta noche en la Santa Iglesia Catedral y que tendrá como recompensa la anhelada coronación canónica del próximo sábado 1 de noviembre. La Titular de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración recuperó ayer formas propias de principios del siglo XIX, ofreciendo una imagen absolutamente desconocida para las nuevas generaciones.
Fue este quizá el rasgo más destacado de la procesión extraordinaria que llevó a la dolorosa a la iglesia conventual de Santo Domingo. A diferencia de lo que viene siendo habitual desde mediados del pasado siglo, María Santísima del Valle paseó su delicada belleza por las calles de Jerez a hombros de sus hermanos y no sobre la molía. Para hacer realidad este auténtico sueño fue necesario que la cofradía rescatase los antiguos respiraderos del palio -que han sido convenientemente restaurados-, así como el manto isabelino que tanto carácter imprimió durante décadas a la dolorosa de San Telmo. Además, los cofrades del Cristo de la Expiración incorporaron con acierto a este conjunto caídas de brocado en tonos burdeos, sustituyendo los candelabros de cola por faroles y disponiendo ante la Señora una escueta candelería. La pericia en el tocado de Fernando Barea hizo posible que quienes contemplaron ayer a la Virgen del Valle creyeran hacerlo ante la imagen que luce en el azulejo que cada tarde recibe los últimos rayos de sol del Campillo, pues fue así como se dispuso que la dolorosa se despidiera de su barrio.
El adiós del valle al cristo
La procesión partió de la ermita de San Telmo a las cinco de la tarde. Un momento especialmente emotivo de la jornada se vivió precisamente en el interior del pequeño templo, en el adiós del Valle a su casa y, sobre todo, a su Cristo de la Expiración, que por primera vez en mucho tiempo queda sin la compañía de su Madre.
Con todo, la de ayer era una despedida gozosa. El Cristo de la Expiración y María Santísima del Valle volverán a reencontrarse en la noche del próximo sábado, después de que hayan culminado los actos de la coronación canónica de la Titular mariana de esta señera cofradía.
De camino al centro de la ciudad, el cortejo tomó por el itinerario habitual de cada Viernes Santo.
Así, y cuando apenas se habían apagado los ecos de esa despedida, la Virgen del Valle se encontró frente a frente con la Esperanza de la Yedra, en otro de esos momentos que figuran ya en la pequeña historia de las cofradías jerezanas. Fue cálido, fraternal, el encuentro de ambas corporaciones. La tarde fue ofreciendo multitud de detalles emotivos, que se sucedían sin solución de continuidad. Y es que a ese encuentro del Valle y la Esperanza se sumaría a continuación la bajada de la Reina de San Telmo por la calle Sol y su llegada a la plaza de las Angustias, ante cuya capilla aguardaba una nutrida representación de cofrades de la hermandad del Domingo de Ramos. Rotas ya las fronteras sentimentales del barrio de San Miguel, el cortejo se adentró por La Albarizuela y San Pedro. En este templo residió durante tres años la Hermandad de la Expiración, en el siglo XIX, después de que la caída del trono de Isabel II provocase el cierre de todas las iglesias no parroquiales. La procesión extraordinaria iniciaba ya el último tramo de su itinerario, que tenía reservado un último encuentro de especial singularidad, y que no era otro que el de María Santísima del Valle y Nuestro Padre Jesús Nazareno, en San Juan de Letrán, en lo que supuso de algún modo el epílogo a una jornada inolvidable.
Fuente: Información Jerez
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