lunes, 26 de enero de 2009

Ocupación de la vía pública (por Gabriel Álvarez)

La Semana Santa es, decididamente, la celebración festiva de la ciudad que sale más a cuenta a nuestro querido Ayuntamiento jerezano. Y, con todo, si cogemos lápiz y papel y buscamos ajustar el coste que al municipio acarrea la Feria del Caballo podemos, pese a las cifras que nos salieran, entender razonable una inversión que, a la postre, tanto bien reporta pese a semejante y reconocible esfuerzo.
Podemos, por otra parte, fijarnos -inténtenlo, por favor- en lo que aquellas Fiestas de Otoño, que ahora llamamos de la Vendimia y que mañana tendrán el apelativo que Dios o las luces mandatarias quieran, dejan anualmente en el debe del Consistorio como gasto que, cómo no pensarlo así, está del todo justificado. Por supuesto que sí.
Cuáles sean, sin embargo, los dolores de cabeza que a los responsables de nuestra economía pública -con tanto trabajo, las criaturas, en época de vacas tan flacas- traiga nuestra querida Semana Santa queda, sin embargo, bastante más fácil de responder. El Ayuntamiento no pone al Taller de Fiestas a hacer pasos -no, por Dios- ni paga la cera de los cortejos ni la cuenta de mi túnica nueva a Ildefonso.
No debemos olvidar, sin embargo, que sin el gasto municipal correspondiente no tendremos carrozas para la Cabalgata de Reyes, que sin el dispendio consistorial tampoco nos cabe un Carnaval en el programa festivo jerezano o que sin luces en las calles cuya cuenta deba pagarse a Endesa parece que no hay Navidad que pueda ser reconocida como tal.
Nada de ello en el caso de las cofradías. Porque montar los palcos o poner en marcha la máquina que quita la cera, cuando todo ha terminado ya, es parca miseria para la millonada que la iniciativa privada -la de las cofradías, claro- saca a la calle esos días para que la admiración de visitantes y jerezanos dinamice la hostelería o, cuanto menos, anime las calles con un espectáculo tan maravilloso como gratuito.
Bueno, pues no se lo van a creer si les digo que ha existido, este año, un intento municipal de cobro del impuesto por la ocupación de la vía pública de las hermandades. Como lo leen. Alguien dirá, ahora, que no fue exactamente así. Mientras otros lo verán como mera maniobra para asustarnos. A mí, sencillamente, me parece de poquísima vergüenza. Aunque el agua, afortunadamente para ellos, no haya llegado a río.

Fuente: http://elblogdegabrielalvarez.blogspot.com/

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